La realidad es que, fruto de ambas razones, el PSC ha pasado de enviar Estatuts al Constitucional a convertirse en una fuerza política irrelevante. Irrelevante porque si no fuese por la historia del partido y por el cupo de minutos que por ley deben aparecer en la televisión pública sobre el PSC, el peso del partido en la política catalana (y española) actual sería nulo.
Un hombre y un problema |
A nadie le cuesta imaginar un presente sin el PSC, y esto refleja ese nulo peso del partido. Primero no ofrecían nada nuevo, y ahora no ofrecen nada en absoluto. Antes se apuntaron al camino de un Referéndum que no salió de ellos. ¿A dónde va Vicente? Y más tarde, viendo el desastre electoral decidió dar marcha atrás. Y ahora, en tierra de nadie, Pere Navarro se pregunta qué hacer.
No es fácil resolver la diatriba. El PSC presenta una paradoja desde la Transición: es un partido con unos votantes mayoritariamente castellano-parlantes, pertenecientes al área metropolitana, con todas sus características. Y aún con ello, una buena parte de sus dirigentes son (o tal vez eran, tras la fuga masiva que se prevé) medias clases del Eixample barcelonés, con sus intelectuales y nietos de poetas románticos catalanistas.
Contentar a los primeros en desatar la tormenta de las críticas internas, de las rupturas en la disciplina de voto y todas las consecuencias que trae eso con un electorado al que no le gustan las crisis internas en los partidos. Contentar a los segundos y volver a subirse al tren del catalanismo es introducirse en un sector que ya tiene copado ese espectro electoral con partidos que no han ido con medias tintas.
La fuga masiva de dirigentes catalanistas pueden dejar a Pere Navarro como un dirigente fuerte, sí, pero en un partido débil, muy débil. Por contra, ningún viento sopla a favor de la idea de que contentando a ese sector catalanista (y por tanto debilitando su posición de líder) vaya a haber una recuperación (masiva o no) de votos.
Datos de la encuesta de diciembre 2013 |
El tiempo y la solución a estas preguntas corren contra un partido cuya línea de flotación se tambalea ante las Elecciones Europeas a la vuelta de la esquina y las Elecciones Municipales (con la guerra por la candidatura a la Alcaldía de Barcelona como tema estrella) en el horizonte.
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