lunes, 16 de julio de 2012

¡Despierta España!

España está desordenada. Es un todos contra todos; un todos contra nadie y un casi nadie dando los verdaderos palos a los casi todos. La horrible situación durante la segunda etapa del socialismo en España tras la Transición parecía imposible de que pudiese ir a peor. Sobre nuestras cabezas las negras nubes de tormenta dejaban ir todo lo imaginable y lo inimaginable y lo peor que podía suceder era que la cosa se mantuviese igual.

Craso error. Vamos cuesta abajo y sin frenos. Nada contenta a los famosísimos y anónimos 'mercados', que elevan a placer el precio que pagamos por devolver la liquidez necesaria para mantener el statu quo. ¿Mantenerlo? No, la verdad es que no. Los pilares de la socialdemocracia y del pisoteado y vejado 'estado del bienestar': la educación y la sanidad se adelgazan hasta dejarlos en unos ligeros huesos que apenas las dejan sostenerse a sí mismas
(y eso que siempre estuvieron más bien famélicas). Aún con eso nos piden a los particulares que además de los impuestos con los que deben mantenerse paguemos un añadido. Pero ojalá esto fuese todo. Con una, años ha, inverosímil reforma laboral, el trabajador privado queda al desnudo delante de una ruidosa minoría de empresarios sedientos de maximizar beneficios y recortar costes, sean cuales fueren y que, como guinda de los despropósitos, reciben del Gobierno la opción de blanquear el dinero no declarado a un ridículo coste. Bravissimo.


¿Y ahora qué? Ahora que el sector privado ha quedado en bragas es el sector público el que ve amenazada su integridad. Eliminación de pagas extra (cuyo nombre evoca a una bonificación cuando no es más que la partición del sueldo anual en 14 pagas en lugar de 12 mensualidades), incremento del horario, eliminación de los días festivos otorgados para equiparar sus derechos cuando, allá por el Felipismo, el sector privado vio incrementados su derechos mediante la lucha sindical. (Para aquellos que solo conozcan a los actuales, hablo de sindicatos de verdad, no la broma de ahora.)

No queda nadie por ser recortado. ¿O tal vez sí? Sí. Un colectivo de 400.000 individuos que suman más que los respectivos de Francia y Alemania juntas. Los políticos. A los que debemos aplaudir por acceder a recortarse junto al resto de funcionarios la paga extra de este año. -¡Oh, muchísimas gracias! Mientras comamos macarrones con tomate 8 días a la semana debemos pensar que los pobrecitos, tras pagar sus mansiones en el Caribe y terrenos de un gritón de m2 en La Mancha, apenas les quedará dinero para comprar su tercer coche  e incluso, tal vez, en el peor de los casos, deberán vender su apartamento en la playa. Menos mal que son previsores y amablemente piden que comprendamos su situación y sean las arcas públicas las que costeen nuevos smartphones y tablets y sus respectivas facturas para sus señorías los políticos.

¿Y es que nadie piensa levantar la voz? Sí, allá por el 2011 comenzaron a hacerse oír, tomando plazos como buque insignia de su lucha los autodenominados 'indignados' y el colectivo posteriormente conocido como 15M. Sin embargo a los días o semanas, debido a una minoría (que eso sí, se hacía ver más que la mayoría debido en parte a la inestimable ayuda de los medios de desinformación) comenzaron a ser tildados de perroflautas, comunistas o rojos.  A la usanza del 36, que recuerdos traerá esto a nuestros abuelos. Mientras, a su vez, estos que tacharon a los indignados de escoria social eran tildados de fachas, cristofascistas y demás lindezas por los que se unieron a la lucha de los indignados o que simplemente simpatizaban con ellos. (¿Decías Machado? ¿Cuántas Españas? ¿Dos, sí? Gracias, puedes volver a tu tumba a disfrutarla.)

Ahora que tampoco son creíbles en su lucha, por lo que parece, los universitarios que deben pagar por una segunda convocatoria de exámenes que ya pagaron en el momento de hacer la matrícula; que tampoco lo son el grueso de trabajadores o parados que se ven afectados por la omnipresencia de los recortes y las nuevas Rajoyadas; ahora son los funcionarios los que se unen al descontento. Los funcionarios: los del café cada 20 minutos; de los que no depende un estado en absoluto; aquellos que tienen más días de fiesta que de trabajo; los que a fin de mes cobran en un dinero que al ser público es especial y vale más que el que cobra alguien del sector privado; los que, en algunos casos, no arriesgan su vida para salvarte a ti o a tus enseres cuando se te olvida cerrar la llave del gas. ¿No? ¿O tal vez esto sea una sarta de tópicos? ¿O tal vez su situación sea igual (o en algunos casos peor) que la de muchos otros que no han opositado para obtener su empleo? Tal vez sí...

Pero en Grecia las movilizaciones pacíficas no funcionaron, ni siquiera las violentas consiguieron cambiar nada. ¿Qué puedes hacer tú? Nada. Nadie de los que importan, ciegos delante de la verdadera situación te va a hacer ningún caso. Pero no les rías las gracias. Simplemente demuestra que España no está tan aborregada como parece o nos quieren hacer creer. Demuestra que delante del pan y circo, de la distracción convertida en evasión puedes disfrutar de una victoria en la Eurocopa, de un partido de baloncesto, de una película o de un libro sin que esto te impida demostrar que te das cuenta de lo que ocurre. Que aunque nos veamos abocados al desastre, que aunque nos humillen y ofendan, nos damos cuenta de ello. Que no hay nada más triste que además de recibir palos, recibirlos aplaudiendo.

¿Qué puedes hacer tú? Puedes ir a las manifestaciones o puedes unirte al descontento y hacerte oír. O simplemente cuando encuentres datos, noticias, crónicas o pequeños ensayos que te alteren la sangre: twittealos, postea el link en facebook, cuélgalo en las paredes o en el corcho del portal de tu bloque o, tan sólo charla de ello durante 5 minutos mientras echas una caña y repasas los últimos acontecimientos de tu grupo de amigos. Hazte oír. Despierta. Y despierta a España.

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