La economía sumergida es un fenómeno lleno de sombras, con algunos matices de luz. Estos son, sin duda, la capacidad de sacar a flote familias e individuos y evitar la explosión social de un país con un 25% de paro. Pero dejando esto de lado, hace que Hacienda deje de percibir una jugosa cantidad de impuestos, y la cantidad efectivamente recaudada se revela insuficiente para atender unos servicios (que por otro lado también son demandados por los actores de la economía sumergida). Esto se transforma en una espiral desenfrenada al requerir el Estado endeudarse para pagar estos servicios. Más deuda, así, significa más dificultades para bajar estos impuestos.
Pese a no estar al alcance de todo el mundo, para el que lo está (mayoritariamente sector servicios y determinadas actividades empresariales) evadir impuestos se convierte en un alivio por motivos de supervivencia, tanto de la empresa como del propio individuo. Solucionar este problema, común en toda Europa, requiere plantearse el problema y valorar sus requisitos.
El desgaste social se encuentra fácilmente en las redes sociales. |
Utilizar estos fenómenos para justificar el fraude sólo son pretextos, pero no por ello hay que negar que estas justificaciones son una realidad social y que en conclusión, para mejorar la capacidad de recaudación impositiva del Estado, tanto o más útil que elevar los impuestos, es mejorar el punto de vista que la sociedad tiene de ellos. Por un lado luchando contra la corrupción a nivel público para evitar tales justificaciones, y por otro contra la corrupción privada, para ejercer un castigo, y ejemplificar a la vez con él, contra todo tipo de fraude fiscal.
España se encuentra en la media de la UE |
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